A
continuación la tarea de Hércules que describe las características generales de
un año Piscis y de la cual puedes extraer información importante para cumplir
los objetivos que quedaron establecidos para ti en el periodo. La fórmula es
leerla al menos una vez a la semana preguntándole a la Divinidad cual es el
mensaje que te está enviando, hasta lograr que el te hable.
Captura de la Roja Manada de Gerión
Dentro de la sagrada Cámara del Concilio, el Gran Presidente
reveló al Maestro la Voluntad
de Lo Que Debe Ser.
"Él está perdido, y encontrado; está muerto, no obstante
vibrante de Vida. El servidor se vuelve el salvador, y regresa al hogar".
El Maestro reflexionó; luego requirió a Hércules. "Tú
estás ahora delante del último Portal", dijo el Maestro. "Un trabajo
resta todavía antes de que el círculo se complete y sea alcanzada la
liberación. Marcha hacia ese oscuro lugar llamado Eritia donde la Gran Ilusión está
entronizada: donde Gerión, el monstruo de tres cabezas, tres cuerpos y seis
manos, es señor y rey. Ilegalmente él retiene una manada de Bueyes rojizos.
Desde Eritia hasta nuestra Ciudad Sagrada tú debes conducir esta manada.
Cuidado con Euritión, el pastor, y su perro de dos cabezas, Ortro". Hizo
una pausa. "Puedo hacerte una advertencia”, agregó lentamente. "Invoca
la ayuda de Helios”.
El hijo del hombre que era, también hijo de Dios partió a
través del Duodécimo Portal. Iba en busca de Gerión.
Dentro de un templo, Hércules hizo ofrendas a Helios, el dios
del fuego en el sol. Meditó durante siete días, y entonces le fue concedido un
favor. Un cáliz de oro cayó al suelo ante sus pies. Él supo dentro suyo que
este brillante objeto le permitiría cruzar los mares para llegar a la región de
Eritia.
Y así fue. Dentro de la segura protección del cáliz de oro,
navegó a través de agitados mares hasta que llegó a Eritia. Hércules desembarcó
en una playa de ese lejano país.
No mucho después llegó a la pradera donde la rojiza manada
pastaba. Era cuidada por el pastor Euritión y por Ortro, el perro de dos
cabezas.
Cuando Hércules se aproximó, el perro se adelantó veloz como
una flecha hacia su blanco. Sobre el visitante el animal se abalanzó, gruñendo
malignamente, dando feroces dentelladas con sus colmillos al descubierto. Con
un golpe decisivo Hércules derribó al monstruo.
Entonces Euritión, temeroso del bravo guerrero que estaba
delante suyo, le suplicó que le perdonara la vida. Hércules le concedió su
ruego. Conduciendo a la manda rojiza delante de él, Hércules volvió su rostro
hacia la Ciudad Santa.
No había ido muy lejos cuando percibió una distante nube de
polvo que rápidamente se agrandaba. Suponiendo que el monstruo Gerión venía en
furiosa persecución, se volvió para enfrentarse al enemigo. Pronto Gerión y
Hércules estaban frente a frente. Soplando fuego y llamas por sus tres cabezas
a la vez, el monstruo se encontró con él.
Gerión arrojo a Hércules una lanza que casi dio en el blanco.
Haciéndose ágilmente a un lado, Hércules esquivó el dardo mortal.
Tendiendo tenso su arco, Hércules disparó una flecha que
parecía incendiar el aire cuando la soltó, y golpeó al monstruo de lleno en su
costado. Con tan gran ímpetu había sido disparada la flecha, que los tres
cuerpos del feroz Gerión fueron atravesados. Con un agudo, desesperante gemido,
el monstruo se inclinó, después cayó, para no levantarse nunca más.
Hacia la
Ciudad santa, entonces, Hércules condujo al ganado colorado.
Difícil fue la tarea. Muchas veces algún buey se extraviaba, y Hércules tenía
que dejar a la manda para ir en busca de los errantes vagabundos.
Condujo su manada a través de los Alpes y hacia Italia. Por
dondequiera que la injusticia hubiera triunfado, él asestaba un golpe mortal a
los poderes del mal, y enderezaba la balanza a favor de la justicia. Cuando
Erix el luchador, lo desafió, Hércules lo derribó tan violentamente que allí
quedó. Asimismo cuando el gigante Alcione arrojó a Hércules una roca que pesaba
una tonelada, éste la detuvo con su clava, y la lanzó de nuevo para matar a
aquél que se la había enviado.
A veces se desorientaba, pero siempre Hércules regresaba,
desandaba sus pasos, y proseguía su camino. Aunque fatigado por este exigente
trabajo, Hércules finalmente regresó. El Maestro esperaba su llegada.
"Bienvenido, Oh, Hijo de Dios quien es también hijo del
hombre”, saludó así al guerrero que regresaba, "La joya de la inmortalidad
es tuya. Con estos doce trabajos tú has superado lo humano, y ganado lo divino.
Has llegado al hogar, para no dejarlo más. En el firmamento estrellado será
inscrito tu nombre, un símbolo para los luchadores hijo de los hombres, de su
destino inmortal. Terminados los trabajos humanos, tus tareas cósmicas
empiezan".
Desde la
Cámara del Concilio llegó una voz que decía, "bien
hecho, Oh, Hijo de Dios".
F.M.
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