A continuación la tarea de Hércules que describe las características generales de tu año personal cuando le corresponde el signo zodiacal Virgo y de la cual puedes extraer información importante para cumplir los objetivos que quedaron establecidos para ti en este periodo.
La fórmula es leerla al menos una vez a la semana preguntándole a la Divinidad que en ti reside cuál es el mensaje que te está enviando, hasta lograr entenderlo
Apoderándose del cinturón de Hipólita
El Gran Presidente llamó hacia él
al Maestro que vigilaba a Hércules. "El tiempo se acerca”, dijo,
"¿Cómo se conduce el hijo del hombre que es un hijo de Dios? ¿Está
nuevamente preparado para aventurarse y probar su temple con un adversario de
una clase diferente? ¿Puede pasar ahora el sexto Gran Portal?”
Y el Maestro respondió: "Sí”.
Él estaba seguro dentro de sí mismo que cuando el mandato saliera, el discípulo
procedería a trabajar nuevamente, y esto se lo dijo al Gran Presidente dentro
de la Cámara
del Concilio del Señor.
Y entonces surgió la orden.
"Levántate, Oh, Hércules, y pasa el sexto gran Portal". Otra orden
surgió asimismo, aunque no para Hércules, sino para aquéllos que habitaban en
las riberas del gran mar. Ellos oyeron y escucharon.
En esas riberas habitaba la gran
reina, la cual reinaba sobre todas las mujeres del mundo entonces conocido.
Ellas eran sus vasallos y sus osados guerreros. Dentro de su reino no se
encontraba un solo hombre. Sólo las mujeres se reunían alrededor de su reina.
Dentro del templo de la luna profesaban diariamente su culto y allí hacían
sacrificios a Marte, el dios de la guerra.
Ellas venían de regreso de su
visita anual a la tierra de los hombres. Dentro de los recintos del templo
esperaban la orden de Hipólita, su reina, quien estaba de pie sobre las gradas
del altar mayor, llevando el cinturón que le había dado Venus, la reina del
amor. Este cinturón era un símbolo, un símbolo de la unidad lograda a través de
la lucha, el conflicto, la contienda, un símbolo de la maternidad y del Niño
sagrado hacia quien toda vida humana realmente se vuelve.
"Ha llegado la noticia”, dijo
ella, "que por su camino viene un guerrero cuyo nombre es Hércules, un
hijo de hombre y no obstante un hijo de Dios; a él le debo entregar este
cinturón que uso. ¿Obedeceré la orden, Oh, amazonas, o combatiremos la palabra
de Dios?” Y mientras ellas escuchaban sus palabras y mientras reflexionaban
acerca del problema, nuevamente surgió una voz, diciendo que él estaba allí,
con anticipación, esperando apoderarse del sagrado cinturón de la aguerrida
reina.
Delante del hijo de Dios quien era
asimismo un hijo de hombre, se presentó Hipólita, la reina guerrera. Él
combatió y luchó contra ella y no escuchó las bellas palabras que ella se
esforzaba por decir. Él le arrancó el cinturón, ofrecido en obsequio como
símbolo de unidad y de amor, de sacrificio y de fe. Aún, apoderándose del
cinturón, la mató, matando a quien le daba lo que él quería. Y mientras él
permanecía al lado de la reina agonizante, horrorizado por lo que había hecho,
oyó hablar a su Maestro:
"Hijo mío, ¿por qué matar lo
que se necesita, está cercano y es querido? ¿Por qué matar a quien amas, la
dadora de dignos obsequios, custodio de lo posible? ¿Por qué matar a la madre
del sagrado niño? Otra vez, advertimos un fracaso. Otra vez no has entendido.
Redímete ahora mismo, y busca otra vez mi rostro".
Se hizo el silencio y Hércules,
llevando el cinturón sobre su pecho, buscó el camino hacia el hogar dejando a
las mujeres lamentándose, privadas de dirección y de amor.
Hércules fue nuevamente hacia las
costas del gran mar. Cerca de la costa rocosa vio un monstruo del abismo,
sosteniendo entre sus mandíbulas a la pobre Hesione. Sus agudos gritos y
quejidos se elevaban al alto cielo y herían los oídos de Hércules, entregado a
la pena y no conociendo el sendero que pisaba. Él se lanzó prontamente en su
ayuda, pero ya era demasiado tarde. Ella desapareció dentro de la garganta
cavernosa de la serpiente marina, ese monstruo de mala fama. Pero olvidándose
de sí mismo, este hijo del hombre que era un hijo de Dios, enfrentó
resueltamente las olas y alcanzó al monstruo, quien, volviéndose hacia el
hombre con rápido ataque y fuerte rugido, abrió su boca. Dentro del rojo túnel
de su garganta se lanzó Hércules, en busca de Hesione; encontrándola en lo
profundo del vientre del monstruo. La tomó con su mano izquierda, y la sostuvo
estrechamente, mientras con su fuerte espada abría camino desde el vientre de
la serpiente a la luz del día. Y así la rescató, compensando su previo acto de
muerte. Pues así es la vida: un acto de muerte, un acto de vida, y de esta
manera, los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios, aprenden la
sabiduría, el equilibrio y la senda para caminar con Dios.
Desde la Cámara del Concilio del
Señor, el Gran Presidente era espectador. Y desde su puesto a su lado, el
Maestro también contemplaba. Hércules pasó nuevamente a través del sexto
Portal, y viendo esto y viendo el cinturón y a la doncella, el Maestro habló y
dijo: "El sexto trabajo está terminado. Tú mataste lo que te estimaba y
todo lo desconocido y lo no reconocido que te daba el necesario amor y poder.
Tú rescataste lo que te necesitaba, y así de nuevo los dos son uno. Reflexiona
otra vez sobre los caminos de la vida, reflejándose en los caminos de la
muerte. Ve y descansa, hijo mío".
El Tibetano
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