Matando las Aves de Estinfale

A continuación la tarea de Hércules que describe las características generales de tu año personal cuando le corresponde el signo zodiacal Sagitario y de la cual puedes extraer información importante para cumplir los objetivos que quedaron establecidos para ti en este periodo. 

La fórmula es leerla al menos una vez a la semana preguntándole a la Divinidad que en ti reside cuál es el mensaje que te está enviando, hasta lograr entenderlo.

Matando las Aves de Estinfale  

Dentro del lugar de paz permanecía el Maestro, y habló a Hércules. "Oh, hijo de Dios que eres también un hijo de hombre”, dijo el Maestro, "ha llegado el tiempo de hollar otro camino. Tú te hallas ante el noveno Portal. Pasa por él y encuentra el pantano de Estinfale donde moran los pájaros que hacen estragos. Descubre, luego, el camino para hacerlos volar de su por mucho tiempo, segura morada".

Él se detuvo un momento. "La llama que brilla más allá de la mente revela la dirección segura”, agregó. "La tarea aguarda. Tú debes pasar ahora a través del noveno Portal".

Hacia adelante, entonces, marchó Hércules, el hijo del hombre que era también el hijo de Dios.

Buscó por mucho tiempo hasta que llegó a Estinfale. Ante él se tendía el fétido pantano. Una multitud de pájaros graznaban roncamente, un coro amenazador y disonante, a medida que él se acercaba.

Mirando más de cerca vio los pájaros. Grandes y feroces y horribles eran. Cada uno tenía un pico de hierro, afilado como una espada. Las plumas también parecían como dardos de acero, y si caían, podrían partir en dos la cabeza de los fatigados viajeros. Sus garras igualaban a sus picos en agudeza y fuerza.

Tres pájaros, percibiendo a Hércules, se precipitaron sobre él. Él se mantuvo en su lugar, y paró los ataques con la pesada maza que sostenía. A un pájaro lo golpeó resonantemente sobre el lomo; dos plumas cayeron verticalmente al suelo y temblaron mientras se hundían en la floja tierra. Finalmente los pájaros se retiraron.

Hércules permanecía delante del pantano, y reflexionaba en cómo podría realizar la tarea asignada, cómo liberar al lugar de estas aves de rapiña.

Buscó muchos medios para encontrar una manera de lograrlo. Al principio trató de matarlos con un carcaj lleno de flechas. Los pocos que mató no eran sino una fracción de los muchos que quedaban. Se elevaban en nubes tan espesas que ocultaban el sol.

Pensó en colocar trampas dentro del pantano. Ni barca ni pies humanos podían atravesar la ciénaga.

Hércules se detuvo. Recordó entonces las palabras de consejo que se le habían dado. "La llama que brilla más allá de la mente revela la dirección segura". Reflexionando por un largo tiempo, se le ocurrió un método.

Él tenía dos címbalos, grandes y broncíneos, que emitían un agudo sonido sobrenatural; un sonido tan penetrante y desagradable que podía asustar a los muertos. Para el mismo Hércules el sonido era tan intolerable, que se tapó ambos oídos con almohadillas.

A la hora del crepúsculo cuando la ciénaga estuvo repleta de innumerables pájaros. Hércules regresó. Golpeó, entonces, los platillos bruscamente una y otra vez. Un estruendo y un ruido tan estridente sobrevino entonces que él mismo apenas podía soportarlo. Tal disonancia agresora de los oídos no se había oído antes en Estinfale.

Aturdidos y perturbados por tan monstruoso ruido, las aves de presa se elevaron en el aire con las broncíneas alas aleteando salvajemente y chillando con ronco desaliento. Completamente perturbada, la vasta nube de pájaros huyó con frenética prisa, para nunca regresar. El silencio se difundió a través del pantano. Las horribles aves habían desaparecido. Se vio el delicado fulgor del sol poniente, mientras éste vacilaba en el paisaje que se iba oscureciendo.


Cuando Hércules regresó, el Maestro le saludó: "Las aves de rapiña han sido ahuyentadas. El trabajo está cumplido".

Los trabajos de Hércules. Alice Bailey 

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